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Pequeñas historias de amor modernas: 'Me sentí como una partícula de luz'

Mar 20, 2024

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Amor moderno

Amor moderno en miniatura, que presenta historias enviadas por lectores de no más de 100 palabras.

En el undécimo verano de mi vida, me hice amigo de un chico local en la isla de Ocracoke. Alto, de voz suave, con una mata de cabello rubio rojizo que a veces ocultaba sus ojos azules, fue una de las pocas personas que me mostró una bondad apacible mientras mi familia se disolvía en el alcoholismo. Recuerdo tomarnos de la mano, los gritos de las ranas arbóreas y las tardes húmedas y negras como la tinta en la orilla del océano: arena bioluminiscente chispeando cuando la levantamos. En la cúspide de la adolescencia, me sentí como una partícula de luz, suspendida en un amor tan platónico y gentil como la luna esas noches de verano. —Marie Koltchak

Nos conocimos en enero de 1994 en un chat gay. Se suponía que no pasaría la noche. En abril tenía la llave de su apartamento y tuvimos nuestra primera pelea. Después de ducharse una noche, dijo que necesitaba antitranspirante. Me ofrecí a conseguirlo. "No", ladró. "No tienes que hacer cosas por mí". Inhaló y se miró los pies. "Me han dicho que puedo ser egoísta". Lo abracé. Después de su cumpleaños en junio, este hombre egoísta que actúa desinteresadamente, finalmente tuvo el coraje de mirarme a los ojos y decirme: “Te amo”. —Paul Salkind

Harry y yo celebramos siete años de matrimonio en una hermosa cabaña en el Gran Cañón. Al vestirme para la cena, le pregunté si tenía tijeras para cortar un hilo de mi suéter. Rápidamente sacó un par de su neceser. "Tengo todo lo que puedas desear aquí", declaró. Cuestioné su hipérbole: "Oh, sí, ¿tienes un anillo de diamantes?" (Nunca me había regalado un anillo de diamantes.) Sonrió de buen humor. Durante la cena, Harry se arrodilló, declaró que se casaría conmigo de nuevo y me presentó el anillo de diamantes que estaba escondido en su kit de artículos de tocador. -Judith Karp

Veo la puerta mosquitera de mi Abuelita balanceándose en mi mente: la luz del sol atravesando el mosquitero, el aroma de tortillas calientes en el aire. Incluso a los 4 años, sé que Abuelita no es rica, no como mi otra abuela italiana. Ahora, más de tres décadas después, la puerta mosquitera de mi Abuelita habita en mis sueños. Escucho su constante apertura y cierre mientras un desfile de tías, tíos, primos y gallinas pasan. La casa de Abuelita en Honduras es mi primera casa, la casa de mi corazón, aquella donde cerrar puertas nunca significa “adiós”, sino más bien “hasta pronto”. —Cindy Lamothe

Vea más Tiny Love Stories en nytimes.com/modernlove. Envíe el suyo en nytimes.com/tinylovestories.

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